Branson, en su propiedad de las Islas Vírgenes Británicas. /
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Skorpios, que pertenecía a los Onassis y ahora ha adquirido
una millonaria rusa. / AP
La isla de Johnny Depp. / DPA/AFP Farhad
Vladi
Existe una solución para librarse de
miradas indiscretas, muchedumbres a la orilla del mar y compañeros de hotel
incómodos. Es sencilla, pero no nos engañemos, enormemente cara: comprar una
isla privada.
ELPAIS
Puede representar una oportunidad de
negocio, como lo es para Richard Branson; una guarida antipaparazzi,
como la de Johnny Depp; o un capricho de aniversario, como el pedacito de
tierra de Beyoncé. Jay-Z quiso contentar a la diva de la canción con ese regalo
al cumplirse cinco años de su boda, en 2013. El pedazo de tierra del matrimonio
de artistas más influyente del mundo, según Forbes, se encuentra en el
norte de Abaco, en Bahamas, y el amantísimo rapero desembolsó dos millones de
euros por él. Tal vez influyera en esta compra el deseo de privacidad de la
pareja para su hija pequeña, Blue Ivy, nacida en enero de 2012 y a quien se
cuidan muy mucho de mostrar incluso en las fotos más íntimas que suben a
Instagram.
Esta misma voluntad de ocultarse de
objetivos ajenos movió a Eddie Murphy y a Johnny Depp a adquirir sus
posesiones. Ambos son vecinos en Bahamas. El primero adquirió su
propio enclave cerca de Nassau en 2007 por algo más de 11 millones de euros. Y
Depp quiso hacer honor al nombre de su hija, rebautizando la suya como Lilly
Rose Beach (originalmente se llamaba Litte Halls Pond Cay). Por estas 18
hectáreas pagó unos 3 millones de euros y la adquirió en 2004, justo al
terminar la primera parte de Piratas del Caribe. En 2011, mientras
Penélope Cruz rodaba la cuarta de esta serie fílmica, se la brindaría para su boda con Javier Bardem.
El primer inspirador en Hollywood de
esta moda de comprar islas fue precisamente uno de los mejores amigos e ídolo
personal de Depp, el mítico Marlon Brando. Fue después de rodar en Tahití Motín
a bordo (1962), cuando se enamoró de Tetiaroa, un pedazo de paraíso en
aguas polinesias. Allí educó durante años a la descendencia que tuvo con Tarita
Teriipia, su tercera esposa. “Es el lugar que escogió para dejar atrás
Hollywood”, aseguraba su hijo Tehiotu en un documental sobre su padre. Brando
solía pasar allí las horas buceando y aspiró a construir la primera colonia de
biología marina en el Thaití francés. Edificó aulas y laboratorios que nunca
llegaron a usarse. Ahora una cadena hotelera ha adquirido la ínsula para
levantar un hotel de lujo.
Leonardo DiCaprio quiere hacer de la
suya, Cayo Blackdore, situada cerca de la barrera de coral de Belice, un
ejemplo ecológico. Conocido por su implicación en ese tipo de causas, el actor
la descubrió en unas vacaciones en 2004 en un hotel de lujo en la cercana Cayo
Espanto. Tras adquirirla por casi 1,5 millones de euros anunció sus planes de
construir en ella junto al grupo Four Seasons un aeropuerto privado y un resort
de cinco estrellas basado en el diseño sostenible y la conservación medioambiental.
En el otro extremo, la artificialidad de
Dubái ofrece propuestas a medida. El príncipe de este emirato regaló en 2006 a
Michael Schumacher un enclave para que disfrutara de su jubilación tras
anunciar una de sus múltiples retiradas. Su parcela está ubicada en el
ostentoso archipiélago prefabricado The World, cuyas islas imitan la forma de
un mapamundi. El piloto, en proceso de recuperación de un coma desde enero por
un accidente mientras esquiaba, es ahora propietario de una porción de tierra
valorada en 4,5 millones de euros.
Son los dos polos de un negocio
creciente que tiene sus propias agencias. Private Island
Online y Vladi
Private Islands son las dos principales empresas que gestionan la
compraventa y el alquiler de estas propiedades. Vladi presume en su web de
haber vendido más de 2.400 desde su fundación en 1979. La primera, recoge en su
guía anual para compradores de islas un repaso por las oportunidades que ofrece
cada parte del globo. Según este repaso, en América Central están las más
económicas; en el Caribe (y especialmente en Bahamas) se encuentra la mayor
concentración de islas de famosos. Norteamérica ofrece leyes de propiedad muy
flexibles; en el Pacífico sur existe mayor disponibilidad. En Asia la escasa
oferta y las restricciones al comprador extranjero hacen que el mercado sea
feroz. Y en Europa existen dos vertientes: los soleados archipiélagos griegos y
los fríos escandinavos, mucho más económicos.
El récord en desembolso lo ostenta el
magnate de la informática y dueño de Oracle, Larry Ellison: 370 millones de euros por
la sexta más grande de Hawai, Lanai. Al menos, así se hizo eco la prensa local,
aunque, como en la mayoría de estos casos, su precio de venta es confidencial.
En este caso la adquisición no es para uso propio, sino que el empresario ha
invertido en el negocio turístico.
El nombre de Skorpios siempre irá unido
al de la familia Onassis, aunque desde el año pasado su propietaria sea la
millonaria rusa Ekaterina Rybolovleva. Athina, la heredera del clan griego
encontró en las competiciones hípicas a la perfecta compradora. La joven de 25
años es hija del dueño del Mónaco, Dmitry Rybolovlev, quien compró este antojo
a su niña, aficionada a batir los récords del lujo. Ya posee del ático más caro
de Nueva York, que adquirió por unos 117 millones de euros.
Aunque si hay una que copa titulares es Necker Island, propiedad del siempre llamativo Richard
Branson, el rico dueño de Virgin Group (que también posee Isla Mosquito, ambas
en las Islas Vírgenes Británicas). El millonario de pelo platino y eterno
bronceado alquila su suelo para bodas o fiestas exclusivas y también tiene un
imponente balneario que visitan estrellas como Kate Winslet. El nombre de los
visitantes suele ser confidencial, pero en el caso de la actriz su estancia
encontró eco planetario por el incendio que se declaró cuando disfrutaba de
unos días de relax junto a sus hijos y su novio hace tres años. La protagonista
de Titanic ejerció de heroína rescatando de las llamas a la madre de
Branson, de 90 años. La isla tiene su propia página web, en la que el
empresario que ahora quiere llevarnos al espacio la denomina “mi hogar y mi
refugio”. Incluso ha publicado un vídeo en el que se le ve dando de comer a sus
polémicos lémures (naturales de Madagascar) y disfrutando de un baño en su
mansión isleña. En el clip, Branson desvela que el presidente Carter y Kofi
Annan son dos de los huéspedes que ha recibido Necker. El multimillonario
confiesa que le encanta” tumbarse en su hamaca y mirar las constelaciones”. Un
sencillo lujo al alcance de muy pocos.
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