Isabel dos
Santos, hija del presidente de Angola, controla un imperio empresarial en dos
continentes
Javier Martín Lisboa
Hay mandamases con problemas para llenar
de allegados un taxi y otros que necesitan un estadio. Isabel dos Santos es de
estos últimos. Al Mundial de fútbol de Brasil se llevó a 600 invitados.
Dicen que a su boda con Sindika Dokolo,
de profesión coleccionista de arte (e hijo de un empresario de diamantes),
acudieron 800 comensales, entre ellos un puñado de presidentes africanos. Dicen
que es la mujer más rica de África, y la revista Forbes lo corroboró el pasado
año, aunque el volumen de su riqueza es difícil de contabilizar —entre 2.000 y
4.000 millones de euros, según pesquisas occidentales— ya que, digan lo que
digan, por boca de la niña de los ojos de su padre nunca ha salido nada.
Nacida en 1973 en Bakú (hoy Azerbaiyán,
entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la URSS), es la primera
hija de José Eduardo dos Santos, presidente de Angola desde 1979. El entonces
militante del Movimiento Popular de Liberación de Angola —hasta 1975 colonia
portuguesa— recibía en aquella ciudad adoctrinamiento ideológico y educativo
—se graduó en ingeniería petrolera y comunicaciones por radar—. Allí conoció a
la ajedrecista rusa Tatiana Kukanova, la primera de sus tres esposas. De su
relación nació Isabel, primera hija de los siete descendientes reconocidos del
presidente.
Cuando se separaron sus padres, Isabel
se fue con su madre a Londres, donde cursó ingeniería en el King's College.
Allí conoció a su futuro marido, Sindika Dokolo, con quien se casó en 2002.
Para entonces, Isabel llevaba cinco años
con su primer negocio, un bar. Pero no fue con un night club en la
bahía de Luanda cómo Dos Santos se ha convertido en la mujer más rica del
continente negro. Los beneficios de las copas no dan para poseer, en 15 años,
bancos, cementeras, televisiones, gasolineras o lanzar, esta semana, una opa de
1.200 millones simplemente para comprar los derechos de voto de Portugal
Telecom SGPS en la operadora brasileña OI.
El periodista angoleño Rafael Marques,
encarcelado en 1999 por sus críticas al régimen, publicó el pasado año en
Forbes el artículo La niña de papá: cómo una princesa africana consiguió 3.000
millones en un país que vive con dos dólares al día. Según Marques, los grandes
negocios de Isabel dos Santos se fraguan de dos formas: participando en una
empresa extranjera que necesita permisos para abrirse camino en Angola, o a
través de una empresa concesionaria, creada por real decreto del padre.
La ideología socialista que aprendió
Eduardo dos Santos en la URSS le duró hasta finales de los noventa, en los
estertores de la guerra civil, cuando ya llevaba casi dos décadas al frente de
la nación. Entonces abrazó el capitalismo y comenzó a firmar concesiones al
capital privado extranjero para la explotación de minas, telefónicas y bancos,
un mercado virgen en un país con inagotables recursos naturales.
El país crece a niveles inéditos, aunque
el 70% de la población vive con menos de dos dólares diarios, y, según la
organización Transparency International, solo hay en el mundo 10 países más
corruptos que Angola (puesto 168 de 178 países analizados).
Después del night club, uno de
los primeros negocios de Isabel dos Santos, fue el del diamante. El
presidente-papá crea Endiama, empresa pública para la explotación de piedras
preciosas, y su hija aparece como propietaria del 25% de la sociedad. A raíz
del escándalo provocado por la película Diamantes de sangre, basada en el libro
de Marques, Isabel transfiere la propiedad a su madre.
El país crece a buen ritmo, así que el
cemento es un bien de primera necesidad, más aún, un bien estratégico nacional.
La cementera Cimangola pasa a ser controlada por la hijísima.
Portugal se queda pequeño para los
escasos, pero grandes, empresarios nacionales, como Américo Amorim. El rey
mundial del corcho ve en Angola una oportunidad de nuevos negocios. Se repite
el guion, la presidencia de Angola da licencia a un banco privado, el BIC.
Amorim pone el dinero y en el accionariado, con un 25%, aparece Isabel dos Santos.
Como también es habitual, acaban mal, y finalmente Amorim le vende su parte a
la angoleña, que ya tiene el 42,5% del mayor banco del país. Consolidada en
Angola, y con dinero real, ya puede dar el salto a otros países africanos (está
en Namibia) y europeos. Dos Santos posee el 20% del portugués BPI.
Amorim amplió sus negocios a otras áreas
angoleñas de innegable futuro, como el petróleo y el cemento. Crea Amorin
Energia, el 55% de la familia y el 45% de Dos Santos, formalmente el holding
holandés Esperanza. A través de esa sociedad controla la petrolera portuguesa
Galp, donde Dos Santos tiene directamente un 7%. A estas alturas, ya es la
mujer más poderosa de Portugal —por encima de Maria do Carmo Moniz Espírito
Santo— , moviendo hilos en la banca, la energía, los medios de comunicación y
las telefónicas.
Isabel dos Santos rechaza las
insinuaciones de que sus negocios van muy relacionados con los 35 años de
presidencia de su padre. Una de sus escasas exposiciones a los periodistas fue
el pasado año en un almuerzo con Tom Burgis, de Financial Times. Aparte de los
250 euros que le costó al diario la pescadilla con patatas, la ejecutiva
angoleña le recordaba que a los seis años vendía huevos y que gente bien
relacionada hay mucha, pero que sepa hacer negocios, poca.
Dos Santos, madre de tres hijos,
atribuye el éxito de sus negocios a su formación en matemáticas e ingeniería.
Más concreto es su marido, que se explayó en una entrevista a la televisión
angoleña sobre las virtudes de su esposa: "Es muy tranquila, y muy
estable, le gusta tener una perspectiva a largo plazo. Posee tres cualidades
que la convierten en la gran fuerza de Angola: autoconfianza, estabilidad y
ambición". Así cualquiera.
De Luanda a Río, pasando por Lisboa
A finales del siglo XX nació por decreto
presidencial la primera teleoperadora privada de Angola, Unitel. En 2001 se
lanzó en el negocio de la telefonía móvil, ya con un 25% en manos de Isabel dos
Santos. Solo un año después, Portugal Telecom (PT) pagó 12.500 millones de
euros por hacerse con el 25% de la angoleña.
Pese a la fuerte inversión de PT, su
control de la situación africana es tan escaso que no consigue recibir los 250
millones en dividendos de la angoleña, pues tiene enfadada a Dos Santos.
La brasileña Oi, en proceso de fusión
con PT, ha osado deshacerse de esa participación africana sin contar con la
empresaria angoleña, lo que le va a costar un disgusto. Oi pide 2.000 millones
de euros por el 25% de Unitel, prueba de que la riqueza de la reina de África
es mucho mayor de lo evaluado (y contando solo la parte bursátil).
Unitel es la mayor operadora privada de
Angola, con más de 10 millones de abonados, casi la mitad de sus habitantes, y
con grandes beneficios. Obtenido el capital necesario, Dos Santos ya puede
extender sus tentáculos telefónicos por otros países que exigen ver el dinero:
Cabo Verde, Santo Tomé... y, sobre todo, Portugal; aquí empezó como accionista
de la plataforma de televisión por cable Zon y hace un año se asoció con la
familia Azevedo para fusionarse con Optimus y formar la operadora Nos, que
controlan casi a partes iguales. Nos es rival de Portugal Telecom en televisión
por cable, móvil, fijo e Internet, lo que ahora intenta comprar la francesa
Altice por 7.500 millones de euros a su dueña, la brasileña Oi.
Pero ni franceses ni brasileños contaban
con Dos Santos, un olvido que les ha costado una opa de la angoleña sobre PT
SGPS que, como mínimo, va a sentar a todos a negociar. Dos Santos quiere la
parte de PT en Unitel y quizás también el negocio de PT en Portugal. Mientras
se sientan, planta una opa y retiene los dividendos que tan bien le irían a una
Oi sin cash.
Imagem: Isabel Dos Santos, en un acto
público el pasado verano en Saint Tropez. / Venturelli (Getty
Images)
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